M. A. A.
21 KILOS MENOS
¿Cuál es el peso en el que quieres quedarte? ¿Con qué peso te has sentido a gusto a lo largo de tu vida? Esa fue la pregunta que me dejó K.O. Sencillamente no sabía responderla. Haber estado toda mi vida con sobrepeso/obesidad me hacía imposible responderla.
Mi pistoletazo de salida para bajar de peso y poder responderla fue un trombo de mi padre y una familia con un alto riesgo cardiovascular. He tardado. Ojalá lo hubiese hecho con veinte años. Aun así, ahora estoy con el riesgo cardiovascular más bajo de mi historia gracias a eliminar el exceso de grasa acumulada año tras año. Y estoy feliz, animado, con energía, agradecido y confiado.
Al echar un vistazo a mi relación con la comida me he dado cuenta de las excusas continuas que me ponía a mí mismo. Con cada cosa. Las cantidades excesivas tanto de comida como de bebida, la falta verdadera de variedad y la falta de reflexión profunda sobre el combustible que me doy a mí mismo. En mi caso, el punto estrella de mi dinámica con la alimentación es la celebración de todo en torno a la comida: relaciones familiares y amistades, alegrías, tristezas, el ocio y los regalos. Incluso si repaso mi chat de WhatsApp familiar se pueden encontrar muchas fotos compartidas de los menús de los restaurantes a los que acudimos, solo el plato, ¡ni siquiera con las personas que han ido a disfrutarlo!
He bajado 21 kilos en casi cuatro meses. Mucha gente se sorprende y me comenta lo rápido que ha sido. Otros me preguntan que “si estoy bien” y la respuesta es “mejor que nunca”.
En estos cuatro meses he aprendido la diferencia entre “tener hambre” y “querer comer”, especialmente a identificarlo en mi cuerpo y en mi estado de ánimo. Si tenía hambre comía algo, aquí está una de las claves: la planificación y organización del menú, la despensa y la compra. Si quería comer algo: protección, la otra clave, no exponerse o ir mentalmente preparado para seguir con el compromiso que tenía conmigo mismo. Durante la bajada he pasado por dos bodas, un bautizo y varios cumpleaños, todos con mi tupper de comida o mis peticiones de menú especial. Sin fallarme a mí mismo, o bien, planificando saltarme las indicaciones pactadas hasta un punto prudente y sensato.
Es verdad que el cambio es sorprendente. Lo más complicado está por llegar porque ahora me toca mantener lo aprendido y continuar el día a día sin estar a dieta.