R. F.

40 KILOS MENOS

 

Jamás pensé que podría llegar hasta donde he llegado. Ha sido un año y medio de aprendizaje continuo, disciplina y, sobre todo, amor propio. Un amor que no me he permitido durante la mayor parte de mi vida.

 

Desde que tengo recuerdos de mi infancia, siempre he sido la niña gordita y simpática que desde bien pequeña estuvo a dieta. Mi familia me llamaba con cariño “Rociete tonelete”. A veces las palabras hacen mella y, por mucho cariño que me tuvieran, y de hecho me tienen, me hicieron daño una y otra vez.

 

Recuerdo mi primera dieta, no tendría más de 7 años: leche en polvo y sacarina en gotitas. Fue la primera de muchas. He probado miles, la de sirope de arce, con batidos, solo proteínas, e incluso con pastillas “naturales”. Esta última funcionó muy bien, hasta que dejé de tomar las pastillas y volví a hacer lo de siempre: No quererme.

 

Después de tantas dietas, tratamientos de fecundación in vitro, dos embarazos y dos niños preciosos, llegó un momento en que cada vez estaba más gorda y odiaba más mi cuerpo. Decidí pedir ayuda, busqué una psicóloga que me ayudara. Pero empecé a trabajar y no podía ni articular palabra si tenía que subir unas escaleras. Así que intenté cuidarme. Me ponía a dieta el lunes por la mañana y por la tarde, estábamos igual. Era desesperante. El tiempo pasaba y yo seguía aumentado de peso y cada día me quería menos.

 

Un día tomé la decisión de buscar la ayuda de un profesional que no me “vendiera la moto” con dietas milagro, que de esas conocía demasiado. Primero se me planteó el problema de dónde buscar al profesional. Vivía en un pueblo y trabajaba a 150 km y me pasaba el día yendo y viniendo con el coche. Así que después de mucha búsqueda, encontré una página muy sencilla, sin esas fotos del antes y el después, que siempre son modificadas y engañan nada más verlas. Solo veía testimonios reales de personas que hablaban maravillas de una gran profesional, Ylenia. Seguí surfeando por la página, leyendo todo lo que me encontraba sobre ella y su trabajo. Escribía artículos en grandes revistas y a pesar de su juventud había trabajado mucho.

 

Le escribí un correo electrónico para pedirle información y concertamos una llamada para que me explicara. La verdad es que soy muy preguntona y me gusta hablar, pero ella me escuchó y me habló durante un buen rato. Le dije que me lo pensaría. Y eso hice. No fue fácil tomar la decisión. Recuerdo el momento exacto en que se me encendió la bombilla y decidí emprender este viaje.

 

Lo cierto es que nunca pensé que llegaría tan lejos. Empecé muy reticente y callada, muy raro para lo que es mi costumbre. Al principio estaba enfadada con Ylenia, (ahora sé que lo estaba conmigo misma), porque me decía una verdad tras otra que no me gustaba escuchar. Me sentía mal y estaba convencida de que no lo lograría. Incluso llegué a pensar que no aguantaría más de un mes. Pero empecé y, aunque al principio estaba enfadada con el mundo, Ylenia, pacientemente me llevó de la mano día tras día.

 

Cuando al principio pensaba que por un día no pasaba nada y no lo hacía perfecto, Ylenia, estaba ahí para volver a guiarme en el camino que había emprendido. Iban pasando los días y notaba el cambio, y cada día confiaba más en ella y por consiguiente, en mí. Es cierto que me costó confiar en ella y en mí, pero Ylenia ha sido paciente, dura, amable y cariñosa. Jamás pensé que lo lograría, pero trabajando junto a Ylenia y confiando en ella, todo se fue haciendo más fácil. Todavía tengo mucho que aprender y sobre todo no dejar de quererme, de priorizarme, de no negociar. Sé que siempre podré contar con Ylenia, que si en algún momento necesito su ayuda podré contar con ella y confiar.

 

Han pasado un par de meses desde que Ylenia me dio una de mis últimas tareas, y probablemente una de las más difíciles: hacer una reflexión sobre mi cambio. Por fin me siento para hacerla. Este cambio no habría sido posible si no hubiera sido por ella. Creyó en mí desde el principio. Además de ser una gran profesional y mejor persona, se dedica en cuerpo y alma a sus pacientes, te guía, te llama la atención, ve lo mejor de ti y siempre está para ti. Dietas y dietistas hay muchos, pero como ella, no creo que haya nadie que te guíe y te abra los ojos, de la manera en que lo hace.

 

Lloré cuando llegué a mi objetivo. Lloré por el esfuerzo, aunque ni siquiera lo he sentido como tal. Pero lloré porque había encontrado a una gran profesional que confió en mí, me ayudó, me guió. Siento que he conectado con ella, que es parte de mí, que me ha enseñado a tener una relación consciente con la comida, a no autoengañarme, a no negociar, a conocer mi cuerpo y lo que necesita, pero sobre todo a quererme. Y también a perdonarme, a aprender de mis errores y a comenzar. También lloré porque sé que algún día, no muy lejano, me soltará la mano, pero siempre sabré que está en mí. Echaré de menos nuestras citas, nuestras conversaciones y su apoyo, aunque sé que siempre estará ahí.

 

A lo largo de todo este tiempo he aprendido que mi peso oscila, que estoy viva, que la hidratación y la buena alimentación es fundamental, pero sobre todo, la comida es eso, solo comida. La comida no es un quitapenas, la comida no es una recompensa. Si tengo ansiedad por la tarde, ya tengo mis propias estrategias para no abalanzarme como una loca sobre el frigorífico o el armario, con alimentos que no me van a quitar esa sensación.

 

Es verdad que tu cuerpo cambia con los años, con el peso. Mi cuerpo ha experimentado un cambio radical, al que todavía no me he acostumbrado. Mi cabeza, a veces, no es consciente del cambio. Todavía me cuesta. Muchos días me miro al espejo y no me reconozco. Me sienta bien la ropa, puedo comprármela en cualquier tienda. Parecerá una tontería, pero con 45 años me siento como 10 años más joven y ya no tengo que vestir como una señora mayor. A raíz de complicaciones en el segundo parto tenía la tensión alta y tenía que tomar medicación para controlarla. Será de por vida, me dijeron los médicos. Pero llevo 5 meses sin tomar ningún tipo de medicamento.

 

Si alguien lee esto y ha estado en la misma situación que yo, teniendo una relación horrible con la comida, sintiéndose culpable por casi cada paso que da y quiere empezar un cambio, sin duda le animaría a empezar un tratamiento y a confiar plenamente en Ylenia. “Quiérete y pídele ayuda”, no será fácil, pero ella estará ahí a tu lado.

 

GRACIAS, YLENIA, POR ESTAR AHÍ, POR GUIARME, POR ENTRAR EN MI VIDA PARA ENSEÑARME QUE SOY FUERTE, QUE PUEDO, QUE ME TENGO QUE QUERER. GRACIAS POR CUIDAR DE MÍ, DE MI CUERPO Y DE MI SALUD.

© Ylenia López-Llata

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